Una vez más, y con ésta son cuarenta y tres, ha tenido lugar el Festival de Danza con el que se da por terminado el curso en el Centro Internacional de Danza de Tenerife. Fueron convocados para participar más de 130 alumnos en un espectáculo que duró algo más de hora y media de tiempo real, cerca de dos con el intermedio y una segunda parada más breve de carácter técnico. La gala se celebró, como todas a las que llevo acudiendo, en el Teatro Guimerá en Santa Cruz de Tenerife donde, desde primera hora de la tarde fue llegando la legión de bailarines y en el caso de los más pequeños, y de los primerizos, alguno de sus padres, más nerviosos incluso que los protagonistas de la noche.
Lo habitual es que los años pares se presente un espectáculo basado en una historia, con un vestuario apropiado para la ocasión, y mucho colorido, y que los nones se muestren las actividades diarias de clase en la primera parte y algo más en la segunda. Eso era lo que tocaba por ser año impar. Los participantes vestían mallas de distintos colores según el curso en el que se encontraban (blanco para iniciación, rojo para cuarto, azul para quinto, negro para avanzado II, por citar algunos ejemplos) y hacían un conjunto muy bonito en un escenario austero en el que sólo habían a los lados las barras. Se fueron sucediendo una clase tras otra con sus respectivos ritmos y ejercicios mientras veíamos los progresos y las mejoras a medida que se acrecentaba el nivel.
Pero, había una segunda parte, y ahí según nos adelantaban las notas del programa íbamos a encontrar algo diferente. En primer lugar se hizo una llamada al sentido del humor del que siempre hizo alarde Mozart y los alumnos más mayores montaron una coreografía en torno al Der gloriose Gesang (Canto glorioso) del cuarto movimiento de la Sinfonía Júpiter. Con un vestuario blanco propio de carácter futurista que se le quería dar a mediados (y parte de la segunda mitad) del siglo veinte al que se sumaba un tutú rígido del mismo color (que era su anillo) los "planetas" danzaban y orbitaban unos en torno a los otros en una coreografía divertida y vistosa que daba por terminada la presencia esa noche de la Danza Clásica.
Tras ello, y por primera vez en los años que recuerdo, vino la jota con sus saltos, giros y su lucida vestimenta sobre un fondo del Ebro a su paso por Zaragoza y El Pilar. Como la gran mayoría del alumnado es femenino un solitario baturro debía bregar con tanta baturrica. Era una nota de color el rojo de su faja y su tocado. Dejado Aragón, y tras unos minutos de homenaje a Paco de Lucía, volvimos a uno de los clásicos y de los momentos más esperados de la noche por su alegría. Esta vez el fondo era la Giralda y allí diez parejas nos bailaron unas sevillanas corraleras. El resto de la noche ya fue del funky (en una de sus coreografías con la participación de los alumnos de Ritmo y Movimiento) y los ritmos latinos (bachata, y salsa).
Variado y sencillo, sin pretensiones pero colmando las expectativas, dio paso al fin de la noche: la entrega de diplomas, menciones y, otra sorpresa más, las becas de las que generalmente no se otorga más que de una, en esta ocasión, fueron dos. Se premiaba a una alumna de trayectoria brillante y que con gran tesón trata de compaginar esta disciplina tan dura y absorbente con los estudios universitarios.
El Centro Internacional de Danza debería de ser una referencia en el ámbito cultural de las islas pero, por desgracia, hasta ahora toda la actividad productiva del archipiélago se ha basado en asegurarse un turismo de sol y playa sobre todo. Luego se han ofrecido campos de golf y, ahora tímidamente se trata de que puedan acceder a las manifestaciones culturales de las islas. Sin embargo en el mundo de la danza salvo algún baile folclórico y la sempiterna presencia de algún espectáculo flamenco en el Arona Arena no hay más oferta local. Es de agradecer el esfuerzo de Miguel Navarro y de Rosalina Ripoll tras más de cuarenta años por mantener un centro de este nivel así como la compañía Ballets de Tenerife. Sin apoyos por parte de la Administración ni del Empresariado cuentan con el resultado de sus participaciones en producciones propias o colaboraciones como la habida en la última puesta en escena que se hizo en el Auditorio de Tenerife de Aida. Les deseo que su esfuerzo no sea en balde y que alguien, por fin, ponga al mundo de la cultura en general y de la danza en particular en el lugar que les corresponde: en el Parnaso (el Olimpo se lo reservaremos a los políticos).